sábado, 13 de febrero de 2016

MILO

     Hola, me llamo Millo y tengo 5 años. Cuando era pequeño mi mamá y mi papá me dijeron que era tartamudo; por eso, a veces me cuesta un poco hablar y necesito que la gente sea paciente conmigo, sino me pongo muy nervioso y no me salen las palabras.
     Una vez me puse tan nervioso que me pasé el día entero jugando y pintando sin hablar con nadie, al cabo de un tiempo solo hablaba con mis amigos: Orejotas, Lacitos y Ositito. Mi papá y mi mamá estaban muy preocupados, así que hablaron conmigo y me explicaron que lo importante no es la manera de hablar, que lo realmente importante era lo que quería decir. 
     Al principio no lo entendía muy bien, pero ya no me da miedo hablar con nadie y me encanta salir a jugar con mis amigos al parque.                                                                                            -Pgn.

domingo, 15 de noviembre de 2015

La música de una estrella del cielo.

   Ariadna se levantaba todas las mañanas a las 7:30 escuchando a su enérgica madre cantar; la niña se levantaba feliz y con entusiasmo, para ella se había hecho indispensable ese precioso canto mañanero de su despertador particular, que siempre la despertaba con la misma canción, su canción favorita.
   Trascurrieron varios días cuando, una mañana, Ariadna se dio cuenta que su madre no cantaba; muy asustada, la niña salió de la habitación a ver que le pasaba a su mamá: la buscó y la buscó, pero, al cabo de unos minutos, al ver que no la encontraba se puso a llorar.
   -Mamá...- Sollozaba mientras volvía a la cama.
   Desde la almohada lo único que se veía era el gran reloj que colgaba de la pared de su habitación, marcaba las 7:15 de la mañana.
   Ya dormida, dieron las 7:30 y como de costumbre la casa se inundó de ese precioso canto mañanero que tan feliz le hacía a Ari. Así pues, la niña despertó contenta de haber recuperado a su madre y por fin comprendió que, aún siendo su madre ya una estrella del cielo, su música le acompañaría durante el resto de su vida.
-Pgn.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Eterno sendero.

 Decidí salir, evadirme de todo, evadirme de todos. Seguí el sendero de tierra marcado en el camino; no sabia si había sido buena idea ir a aquella casa de escapada con todas esas personas.
 Al final del sendero se veía lo que parecía ser una casa abandonada; era media tarde y aun quedaba tiempo para la cena.
 Puedo acercarme y verla por fuera-. Me dije en voz alta a mi misma.
 Cuando por fin llegué vi la casa oscura y llena de polvo; estaba claro que la habían abandonado hace mucho tiempo; el techo estaba desconchado, aunque me podía imaginar que había sido rojo. También se veían desde fuera las cortinas, o lo que quedaba de ellas, de las habitaciones de la segunda planta: la primera de ellas, parecía la de una niña; con sus pequeñas cortinas rosas con flores de colores; me resultó extrañamente familiar. La segunda habitación, justo a continuación de la de la niña, tenía en las cortinas de color beige un extraño dibujo anaranjado.

 Extrañamente no me inquietaba lo mas mínimo. Algo me llamaba, me incitaba a entrar, me atraía hacia el interior; y sin pensarlo me adentré en aquella misteriosa casa.
 Al entrar me di cuenta que era más grande de lo que se veía; por dentro era enorme. Parecía que se había incendiado algún tiempo atrás; no obstante, podía imaginarme como era a la perfección; con todo lujo de detalles; como si hubiera estado allí cuando estaba habitada; estaba impresionada, no sabia como, me estaba imaginando allí, de pequeña; era como un vago recuerdo que cada vez se hacía más y más fuerte en mi cabeza. Justo en frente de la puerta de entrada estaban las escaleras del salón, que llevaban a la segunda planta, donde estaban los dormitorios. Me sabía perfectamente el camino, aunque no le di demasiada importancia. Subí las escaleras y llegué a la habitación de la niña; la puerta estaba cerrada y no sabía si debía abrirla, asique decidí dejar la puerta como estaba; me giré para ir a la segunda habitación, y escuché un sollozo procedente de la habitación que había dejado atrás. No era posible. Abrí la puerta de la habitación y me encontré, sentada y con la cabeza entre las piernas, a una niña de unos diez años de edad; solo veía su pelo ligeramente dorado y rizado, que largo, caía sobre sus piernas. Me acerqué a ella. Levantó la cabeza, me miró y dijo:
 Vete de aquí tan rápido como puedas-. Y desapareció.
 Me giré automáticamente hacía la puerta, prediciendo lo que iba a suceder, y entró una chica alta y pelirroja de pelo liso; parecía cansada.
 No podía moverme, tan solo podía observar lo que estaba ocurriendo; no podía hablar, no me salían las palabras; ni si quiera podía parpadear.
 Pequeña, por favor no te escondas más-. Dijo llorando. Cayó al suelo de rodillas, como muerta o herida. No paraba de llorar susurrando lo que parecía ser un nombre que no lograba entender; y entonces, allí, tirada en el suelo, levantó la cabeza y me miró fijamente, sus ojos reflejaban nerviosismo, desesperación y tristeza. Cuando se atrevió a tranquilizarse se levantó a la par que se oyó un disparo; y gritó; gritó el nombre que tanto susurraba llorando en el suelo. Gritó su nombre. Gritó mi nombre.
 Y así por arte de magia la niña de pelo ligeramente dorado y rizado estaba en el suelo, inerte y sin vida con un disparo en el pecho y sangre por todos lados.
 Y así por arte de magia me encontré en el suelo con un disparo en el pecho y sangre por todos lados, y me envolvieron las llamas en aquella casa en la que parecía que se había incendiado algún tiempo atrás.
-Pgn.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Nada.

 Me gusta recordar tu pelo; tus manos; tus abrazos; tus miedos.
 Me gusta recordar tus besos; tus lamentos; nuestros mejores momentos.
 Me gusta recordar cada mañana; cada suspiro; cada caricia; cada llamada; cuanto te amaba. Aunque ya de eso no queda nada. Ni quiero que quede absolutamente nada.
-Pgn.

Diario de viaje X. El peor día de mi vida. (24-07-2010)

 Se nos hicieron las doce en el avión; pero al fin llegamos; la una y media de la mañana y ganas de ver a los nuestros; ganas de dormir en nuestro hogar, con nuestros hijos...
 Cogimos el coche; hablábamos sin parar para que no te durmieras; reíamos; estábamos felices: nos habíamos casado, nuestros hijos ya habían crecido, ¡que orgullosos estábamos de ellos!. Paramos; compramos algunas coca-colas y algunos cafés; fuimos al baño. Quedaban ya menos de tres horas; de Madrid a Murcia el camino se hacia largo, demasiado quizá. Música. Un golpe. Chocamos.
 Recuerdo el dolor que sentí, el primer pensamiento que tuve; lo primero que vi al abrir los ojos. Recuerdo el olor.
 Recuerdo tu mirada; tu sonrisa al mirarme; me acariciaste la cara. Recuerdo tus ojos, de repente, sin vida. Ni si quiera lloraste antes. Grité. Te grité. Grité tu nombre. Grité llorando.
 Aún te recuerdo frío, rígido e inerte.
 Aún te recuerdo callado; a mi lado, con los ojos cerrados. Muerto. Sin remedio. Sin cura. Sin vida...
 -Pgn.

Diario de viaje IX. El último día... (23-07-2010)

 El cielo estaba azul, sin nubes. El sol lo inundaba todo, dándole a las cosas un toque especial.        
 Hicimos las maletas  y descasamos un poco antes del viaje de vuelta; volvíamos a casa, teníamos ganas de ver a nuestros hijos, nuestros padres, nuestros hermanos; sobre todo tú, que siempre fuiste un poco más de familia que yo...
 Recuerdo lo emocionado que estabas; las ganas locas que tenias de darle a nuestros hijos lo que le habíamos comprado.
 Y por fin, estábamos en el aeropuerto y cogimos el avión...
 -Pgn.

Diario de viaje VIII. Un día bastante ajetreado. (22-07-2010).

 Visitamos el arco del triunfo y el arco de la defensa, aunque antes de empezar a caminar desayunamos en los campos Elíseos, que bonitos. Primero fuimos al arco del triunfo, recuerdo que era una preciosa obra monumental; después, visitamos el arco de la defensa, que dos estilos tan distintos.
 Vistos los dos arcos fuimos al museo del Louvre, creo recordar que era el museo más grande del mundo; nos tiramos allí lo que nos quedaba de mañana, y aun así no lo vimos entero. Comimos y nos dirigimos a Montmartre, conocido como el barrio de los pintores; situado en una colina de 130 metros de altura; allí se podían distinguir dos grandes áreas: el área de los sex-shop y los cabarets, como el Moulin Rouge; y el área más bohemia en la que se encontraba la basílica del sagrado corazón, que bonita...
 Volvimos al hotel, cenamos, descansamos y fuimos a la ópera, en el palacio Ópera Garnier. Un ballet precioso...   
-Pgn.

sábado, 5 de septiembre de 2015

Todo lo que quiero es...

 Todo lo que quiero es gritar hasta quedarme sin aliento; gritar mediante un grito extasiado, ahogado, profundo y sincero.
 Todo lo que quiero es caminar bajo la lluvia; mojarme de pies a cabeza; que el agua me limpie por dentro; sentirme en paz. 
-Pgn.
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